Lo cierto es que, hasta fines del siglo XX, una de las características del sistema político mexicano ha sido su continuidad y reproducción. Comparado con sus vecinos latinoamericanos, México y su clase gobernante podían vanagloriarse de haber formado un sistema que, a pesar de sus problemas, funcionaba como una república autoritaria proclive a la cooptación y a la incorporación constante de nuevos elementos; con un sistema institucional y unos líderes civiles que permitían muchas cosas a sus ciudadanos, aunque no les dejaran competir formalmente por el poder.
Gracias a PIPSA, los dueños de periódicos obtuvieron papel barato durante décadas, razón por la cual manifestaban recurrentemente su satisfacción por la existencia de esa empresa. Cuando en 1965 se venció el plazo para que PIPSA desapareciera, los editores solicitaron al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz que se extendiera el plazo de sus operaciones por treinta años más, y cuando en 1990 Carlos Salinas de Gortari pretendió desaparecer la empresa, los editores lo evitaron logrando a cambio que sólo se liberara la importación de papel.
La tendencia del periodismo mexicano ha sido entonces hacia la cooperación. (Especialmente hasta finales de los años 90). No había un respaldo absoluto al régimen, esto es importante señalarlo. Aún en las etapas más críticas del sistema político mexicano, la prensa contó con espacios para cuestionar la labor del gobierno en turno.
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